sábado, 11 de diciembre de 2010

Soldati

Agobiado, miro nuestra historia y en ella a las madres y las abuelas que aparecían en la plaza de mayo y desaparecían en la ESMA. Ahora aparecen en la Casa Rosada junto a una presidenta que dice admirarlas.
Hay un cambio radical, una compresión histórica profunda de las heridas de la nación, en esas mujeres que en 1977 trajeron luz a estas pampas. Digo cambio radical, porque de hecho es un salto cualitativo en nuestra historia, que marca una etapa, no pedir venganza, y sobre todo no pedir muerte.
Ellas entendieron que justificar una muerte es justificar cualquier muerte. Elsa Oesterheld, que perdió a su marido y a sus cuatro hijas, pide justicia, prisión perpetua en cárcel común y lo hace, no solo porque es una mujer heroica que nada tiene que ver con los asesinos que sesgaron la vida de sus seres queridos sino también, porque sabe que si la muerte es una opción la discusión es solo meritocrática. Tal merece morir. Tal no. El tema es que el "merece" lo pone el que juzga, que es mañana es juzgado por alguien que será juzgado pasado mañana y la cadena continua. Así llega la Argentina hasta 1977, hasta las madres.
La lucha permanente de ellas, ya en los años de democracia fue ganando apoyo en la sociedad, en determinados sectores al menos. La dirigencia política tardo en enterarse. Alfonsín tuvo sus muertos, los tuvo Menem, los tuvo De la Rua y los tuvo Duhalde. Explicitaron ordenes, que llevaron a la represión, que produjo muertos, que ellos justificaron.
Más allá de no haber emprendido una reforma estructural necesaria de la federal, que ahora alumbramos con la llegada de Garre, el kirchnerismo decide no reprimir la protesta social. Los policías que cuiden las marchas, tienen que estar desarmados. Recogen de esta manera una bandera fundamental, esencial, de los organismos de derechos humanos.
Entonces, están en la casa de gobierno, Cristina le dice que las admira. En otro punto de la ciudad disfrazan patotas de vecinos indignados para que los medios nos informen de este enfretamiento tan raro en que los muertos lo pone un solo bando. En otro un gobierno local que nunca, para ningún conflicto, se hizo cargo de un problema, pide que manden la infantería para hacer cumplir la ley. Si para recuperar el parque indoamericano- mitad parque, mitad basural- se pierden vidas, no importa. El derecho a vivir no es ley para algunos en la Argentina. Volvemos a la rosada. La presidenta habla de dios y de los evangelios y dice que no le va quitar la vida a nadie para defender algo material. Es que como las madres, la presidenta siente y piensa nuestra historia. Y como ellas y por ellas, entiende lo que la derecha política y cultural todavía, desgarradoramente, no entiende: lo único que lo sobra  a este país son cadáveres.

Por eso las admira, por eso ellas la adoptan.

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